A finales del s. XIX F. Nietzsche presagió la muerte de Dios
en la sociedad europea. Con ello el ser humano pierde su norte y desaparecen
las referencias de la inmensidad de Infinitud, de la fuente del bien y de la
hondura de la verdad. Pero Nietzsche, sin embargo, es consciente de que todavía
no había llegado el tiempo del “nihilismo”, su vaticinio era extemporáneo.
Mas de un siglo después ese tiempo ha llegado. Vivimos en
él. Dios ya no encuentra lugar en el centro de las sociedades europeas y, como
dice el teólogo católico P. Hünermann, Dios se ha convertido en un extraño en
nuestra propia casa. “Dios ha muerto”, las catedrales comienzan a ser espacios
museísticos para el gozo estético de sus visitantes, los viejos templos se han
reconvertido en salas de espectáculos, bibliotecas o centros de recreo, donde
todo aquello que recuerda a la casa de Dios se aparta o destruye. En nuestras
sociedades Dios brilla por su ausencia.
Quizás se le puede presentir en el horizonte de la muerte
como un mas allá vagamente temible. Incluso se le tiene para imputarle
catástrofes o decepciones, aun cuando se presuma de no creer ya en Él. Ni su
presencia pasada es leída ya por las generaciones presentes, de tal manera que
la memoria colectiva no sabrá como interpretarlo pues su ausencia no será ni
siquiera percibida.
Los sacerdotes me cuentan que en las catequesis infantiles
crece el número de niños que acuden a la preparación de la primera comunión sin
haber sido mínimamente iniciados en el despertar religioso. Ni han orado jamás
con sus padres, ni les han visto a ellos rezar. Ni siquiera han oído pronunciar
la palabra “Dios” y, lo que es mas lacerante, me cuentan el caso de un niño que
solamente había oído esa palabra en labios de su padre cuando blasfemaba.
En los inicios del s. XXI la incertidumbre planea mas sobre
el futuro de las instituciones religiosas (las Iglesias) que sobre el de la
religión o el de la espiritualidad y parece, según todos los informes sociológicos,
que el momento mas crítico de una evidente fase de eclipse de Dios se ha
superado. Lo sagrado perdura, renace y vuelve a dar señales de vida.
Sin embargo, algunos observadores contemplan ese retorno de
la religión con preocupación e inquietud. El diagnóstico de la situación les
conduce a concluir que hay muchas ofertas sobre Dios, que en su mayoría toman
la forma de mercancía y producto de consumo donde, según el sociólogo T. Luckmann, Dios ha tomado acomodo en el
mercado. Hoy, en gran medida, la demanda de religiosidad responde a
necesidades de tipo psicoestético, buscando tranquilizar la ansiedad y ofrecer
una felicidad sin sufrimientos.
En fiestas religiosas como la Navidad y Reyes Magos donde el
actor principal es Jesús, José y María: la Sagrada Familia, los grandes
almacenes y los medios de comunicación se encargan de divulgar “su presencia” a
través de aumento de ventas sin mostrar el mas mínimo respeto por lo que
representan esas fechas ¿Es que acaso con nuestras compras estamos lacerando el
compromiso de Dios con los hombres?, ¿Es que realmente Dios ha tomado acomodo
en el Mercado?.
José Antonio Puig Camps (Enero 2014 –Grupo de Estudios de
Actualidad)
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