Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





viernes, 13 de febrero de 2015

MATAR AL MENSAJERO



El concepto de pensamiento único fue descrito por primera vez por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer en 1819. Herbert Marcuse (sociólogo judío) describió un concepto similar que él denominó pensamiento unidimensional (“El hombre unidimensional” publicada al castellano en 1965). Para Marcuse este tipo de pensamiento es el resultante del “cierre del universo del discurso” impuesto por la clase política dominante y los medios suministradores de información de masas.
Ha llegado un punto, en el que el ideal de que el periodismo tiene que hacernos conocedores de la verdad, está herido de muerte, ya que la caída de ingresos ha hecho que muchos medios sean cada vez más dependientes de los ingresos publicitarios y estos pueden ser muy influyentes en qué temas conviene abordar.
Estos medios, ante la imposibilidad de explicar y justificar válidamente los acontecimientos que se solapan a una velocidad vertiginosa, recurren, en más ocasiones de las deseadas, a una estrategia de evidentes caracteres totalitarios y, cómo consecuencia, el camino se ha trazado unilateralmente y el contestatario no es discutido sino desprestigiado.
Con la frase de “matar al mensajero”, el corporativismo periodístico se justifica ante cualquier crítica que se le pueda hacer a su publicación, sin tener en cuenta que no se está atacando al mensajero, sino a la manipulación soez y partidista de la verdadera noticia. Tal vez tendremos que recordar a esos periodistas que el “mensajero” o correo, al que quieren citar, era una persona que tenía el oficio de “llevar” la correspondencia epistolar, sin manipulación alguna.
El pensamiento unidimensional, o único, que muchos periodistas, demasiados para mi gusto, quieren inculcarnos a través de los medios de información que dominan no se corresponde con el “mejor oficio del mundo”, de García Márquez, sino con verdaderos atentados éticos que amparan toda clase de agravios impunes.
El empleo desaforado de comillas en declaraciones falsas o ciertas permite equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal. El mal periodista piensa que su fuente es su vida misma (sobre todo si es oficial) y por eso la sacraliza, la consiente, la protege, y termina por establecer con ella una peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la segunda fuente (García Márquez en “Nuevo Periodismo Iberoamericano”).
Los beneficios cosechados hasta ahora, por estos “mensajeros”, no son fáciles de evaluar desde un punto de vista pedagógico, pero lo que si debemos evaluar, el sacrificado público que interactúa con el medio de comunicación, es si vale la pena hacerlo.
José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @JapuigJose

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