En las cortes de los antiguos faraones egipcios había
unos personajes cuya misión era entretener a la realeza, fueron los antepasados del bufón que, como tal, aparece
en la Edad Media junto a reyes y grandes señores para divertirlos. En los
siglos, XV y XVI, aparecen dos bufones que, con su actuación, dejaron huella de
su paso. Uno fue Will Sommers, famoso
bufón de Enrique VIII que, al contrario de lo que se esperaba en esos
personajes, no era ni tonto ni loco sino que alcanzaba su puesto, su licencia
para ciertas libertades, gracias a su ingenio y talento para entretener,
llegando a ser confidente, consejero y espía del rey a quien le llamaba “tío”.
Otro fue Stańczyk, el bufón más famoso en la Historia de Polonia, considerado
como más que un simple artista cómico y recordado como un hombre de gran
inteligencia, un filósofo político con un formidable conocimiento acerca de la
situación actual y futura de Polonia. Dos ejemplos que desmienten el
estereotipo que del bufón se tiene.
Víctor Hugo, con su obra literaria “El rey se divierte”,
hace una crítica feroz de la monarquía enfrentando con audacia, la irracionalidad
y el salvajismo más absolutos, plasmados en la figura del rey Francisco I, a la
cordura y el odio de su bufón, Triboulet.
Este personaje se hizo mundialmente famoso gracias a Verdi, en
Rigoletto. El personaje Triboulet es mostrado como un ser marginado, tullido,
desmembrado e incluso despreciable que provoca en la sociedad repulsión y asco.
Pero también un ser inteligente que, como muchos de sus análogos, asegura su supervivencia acomodando su
personaje en ferias, circos e incluso en la servidumbre de la alta nobleza y
realeza.
Es aquí, en el servicio a la realeza, donde el bufón
encuentra su meritorio sitio al poder hacer y decir lo que a cualquier otro le
estaría prohibido. Su condición de marginado, de despreciado e incluso de no
ser visto como seres humanos, les concede esa paradójica prerrogativa donde su
extrema marginalidad es la base de su poder. El bufón es entonces cuando
alardea de su posición, criticando a todo quisqui, incluidos obispos, nobles y
reyes. Puede reírse y mofarse del poder e incluso ser la voz del marginado en
la corte.
Ese bufón, perdido en el enmarañado mundo de la
sociedad moderna, ha querido ser recuperado por sucedáneos suyos que, bajo el
nombre de artistas, cómicos o humoristas, pretenden igualarlos en gracia,
sabiduría, ingenio y talento. Nada de eso consigue, tan solo tienen en común su
deformidad. En los bufones tradicionales su deformación estaba a la vista, sin
embargo, en los contemporáneos está escondida, la llevan interiormente, en
forma de odio y rencor. Hoy, ese sucedáneo de bufón, lo tenemos presente en los
medios, incluso hay cadenas de radio y televisión que los tienen en plantilla.
Ya no necesitan estar en la corte, están en el sistema que les permite hacer y
decir lo que les viene en gana.
Con el dardo afilado de su ironía burlona, al servicio
de una feroz crítica, va haciendo diana en los corazones de un público que, de
manera consciente o inconsciente, le ríe sus gracias permitiéndole que le
increpe, afrente o denigre. Lo paradójico de ésta situación es que el público les
ríe pensando que no se dirigen a él sino al otro mostrando, una vez más, que su
condición humana es capaz de estar junto a la delicuescencia y no verla.
Estos nuevos personajes, emuladores del tradicional
bufón, no tienen ni la gracia, ni la inteligencia, ni la sabiduría, ni el
ingenio de los bufones del pasado. Son a lo sumo “graciosillos” que aburren y
cansan por su reiterada crítica y donde solo muestran su lado más ruin con todo
aquel que no piensa igual que él. Son aquellos que Luis del Val califica como
“bufones sectarios” que seleccionan sus críticas manteniendo un exquisito
cuidado con no herir a la izquierda y a sus representantes.
Sobresalen por mostrar, a través de los medios, el
desprecio por todo aquel que no piensa, no cree o no actúa como lo hace él. Son
aquellos que no desprecian el sistema, sino que desprecian que el sistema
permita que lleguen al poder quienes no comparten su ideología. Su sectarismo,
su mediocridad, le hace estar muy lejos de aquellos otros bufones, ya perdidos,
que mostraban una realidad más cruda, pero no por ello menos divertida.
José Antonio Puig
Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @JapuigJose
No hay comentarios:
Publicar un comentario